Cuando se venía acabando el semestre pasado, sentía mucho miedo... sentía miedo porque no sabía que iba a hacer todos los días sin tener que asistir a un compromiso como lo son las clases. A mi me gusta asistir a clases aprender, pero más que todo reirme, compartir con mis amigos, y con los profesores. Es difícil después de tener una rutina de casi 4 meses cambiarla a nada. No existe algo más desesperante que despertarse y no tener motivos para salir de la cama. Aparte de que no soy de Bogotá y pensar en tener que devolverme a mi ciudad natal en donde no existen muchas cosas que hacer.
Bueno, pero contra el tiempo nada se pudo a hacer y en unas semanas ya estaba de nuevo en Neiva. Esta pequeña ciudad en donde crecí y han vivido mis padres por mas de 28 años. ¿Por qué no estar agradecido con esta tierra que tantas cosas le ha dado a mi familia?... pero no es que no me guste la ciudad sino que simplemente no encuentro nada agradable que hacer.
Para comenzar, simplemente puedo decir que los primeros días fueron espectaculares. Desde que llegamos con mis amigos nos reuníamos desde temprano a ver el mundial, salíamos a comer, no íbamos de rumba. El ambiente había cambiado pero definitivamente era mucho más acogedor en ese momento estar en Neiva que haberse quedado en Bogotá. Para mayor agrado, la posibilidad de volver a estar con mis padres fue indescriptible porque cada momento lo disfrutaba así solo los estuviera acompañando a hacer vueltas de pagos, mercado y cosas por el estilo.


Ya las vacaciones fueron acabando y pronto tendría que volver a estar en Bogotá debido al regreso a clases. En este momento sentí miedo... miedo de volver a clases, de lecturas, del estrés que normalmente se maneja en la universidad. Dejar a mi casa de nuevo fue duro, tanto para mis padres como para mi pero es mi responsabilidad.
Estas vacaciones fueron productivas, después de lo que pasé me di cuenta que no importa en donde esté uno, ni en que se esté desenvolviendo sino que lo que importa es uno disfrute y entregue lo máximo en cada oportunidad posible. Disfrutar de cada momento, cada paisaje y cada persona para poder llenarse de energías para todos los retos que llegan con el tiempo.
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