¿Donde queda el cielo?

¿Donde queda el cielo?

sábado, 4 de septiembre de 2010

Viaje al Guamo


(Agradecimientos a esta bella familia, sólo es un cuento no la realidad. La verdad son geniales y los quiero mucho!)

Estoy sentado en el asiento trasero de un swift que ya tiene sus años. A mi lado se encuentra durmiendo Camila, mi novia, de conductor va mi suegro y en la silla sobrante  mi suegra. Estamos llegando al Guamo, un viejo pueblo del Tolima al cual fui invitado hace unos pocos días y más que todo por cortesía fue que acepté venir. Ya son casi las 7 de la noche y hay muy poca luz. Sin embargo me imagino que el papá de Camila conoce muy bien como llegar a la casa de Pilar, su hermana.

Nunca antes había ido a un pueblo a pasar la noche, y nunca me imaginé que si se presentara la oportunidad sería con la familia de mi novia. Sinceramente, tengo que admitir que los pueblos me causan escalofríos, ya que estos me recuerdan a viejas historias que escuchaba cuando era niño. Puedo ver desde mi posición (el asiento trasero) una casa blanca grande con dos tenues luces de faroles colgando en las columnas de su despacho. Me imagino que es será la casa de pilar porque ya estamos llegando al final del pueblo y las casas se alejan cada vez las unas de las otras.

Efectivamente esa era la casa de Pilar. Apenas llegamos pilar sale de la grande casa a recibirnos, seguida por la abuela luz y su misticismo. Era la primera vez que las veía en persona y aunque noté cierta simpatía en el emotivo saludo de Pilar, la estrechada de manos con Luz transmitió en mí un frío en todo mi cuerpo.

Luz es una señora elegante, de pocas palabras, respetada en el pueblo…. De esta manera…Con esas palabras me había preparado la mamá de mi novia el día antes de partir al Guamo. Pero cuando suelto mi mano de la de ella me queda un sabor de frialdad, amargura y odio.
Me dispongo a sacar la maleta del carro y sigo a Pilar para que me lleve al cuarto de huéspedes. Cuando llego, descargo mi maleta y le echo un vistazo al cuarto. Las paredes son blancas y altas (el doble de lo normal), el cuarto al igual que toda la casa guardan un olor particular, y además de la cama no existe ningún otro elemento en todo el cuarto.
Después de comer rápidamente y sin cruzar una palabra una palabra nos dirigimos todos para nuestros respectivos cuartos. Luz me lleva a mi cuarto y espera hasta que me acueste en mi cama para dejarme solo. Y sin dejar de pensar que nunca debí aceptar la invitación al Guamo cierro los ojos para quedarme dormido.

Al pasar unas horas de estar dormido veo que alguien entra en mi cuarto. Debe ser mi novia pero tiene un aspecto distinto, aparte de no poder verla bien, tiene la mayor parte del pelo tapando su cara. En la mano carga una lámpara e color azul. Ella se sienta en un lado de la cama y pone su mano como abrazándome. De repente me mira a los ojos y me dice: Despiértate…¡Despiértate!. Yo siento que estoy despierto, pero sin embargo intento levantarme de la cama, lo cual no logro. Lo intento varias veces con mucha fuerza hasta que lo logro. En ese preciso instante  veo que la puerta del cuarto viene hacia mi, cierro los ojos y me tira con fuerza de nuevo a la cama. Cuando los vuelvo a abrir todo esta en orden, pero me siento más frío que nunca. Creo que no debí aceptar esta invitación, además apenas son las 2 de la mañana y me espera una larga noche. Por ahora intentaré volver a dormir.

EN LA CAMA


Sus palabras me han estado martillando la cabeza. No sé porque estoy durmiendo todavía al lado de ella si no hice más que escuchar sus gritos que se prolongaron toda la noche. Además su maldita forma de ser me saca de quicio. Hoy no pude dejar de pensar en ella y su indiferencia la cual me ha acompañado toda la semana. ¿Por qué sigo durmiendo al lado de ella si la odio tanto? Ya hace varios meses que decidí no volver a amarla pero es más grande el miedo a quedarme sólo que la fuerza para irme de una vez.

¿Por qué es tan absurdamente incomprensiva? La odio, y eso es lo único que siento por ella. Volteo mi cara para verla una vez más. A pesar de que la odio, al mirar su rostro y poco a poco, empiezan a llegar a mi mente imágenes de cuando la conocí. La primera vez que vi su rostro, me quedé sin aliento. Ella, sus ojos, su hermoso pelo era algo que de algún modo había estado buscando hace mucho tiempo. Recuerdo que me generaba cierta timidez el contacto con una mujer tan hermosa, pero quería que fuera mía, y así fue. No puedo imaginar mayor felicidad a la que viví con esta mujer mientras nuestra relación era un idilio, no comprendo cómo pudimos llegar a este punto. Ella cambió, o yo cambié, o los dos cambiamos, no sé, pero lo cierto es que ya no se trata de lo mismo.

Recuerdo que le encantaban los besos en el cuello, su terso y elegante cuello; ahora, al observar su cuello siento tan sólo unas ganas incontenibles de estrujarlo, de tomarla con fuerza y no soltarla hasta que por su tráquea no pase la más mínima cantidad de aire, la veo pálida, desfallece y lo que era su hermoso y claro cuello ahora es púrpura y ha perdido su elegante forma para convertirse en una deformidad. La belleza que la había caracterizado se desvanece entre mis brazos. Pero no, no sería capaz, es tan sólo eso, una alucinación, que no va a consolidarse, a realizarse.

Me despierto, estoy un poco aturdido, no se ha tratado de un sueño normal.  Me cuesta creer que he soñado una escena tan sórdida. Me levanto, me dirijo al baño y humedezco mi cara para terminar de despertarme. Cuando regreso la veo allí, tan hermosa y dolorosa como siempre, la odio, pero no puedo separarme de ella; y así fantasee con ello no sería capaz de hacerle daño, me recuesto a su lado y beso su cuello, pero hay algo que no está bien, la cama está fría y su cuerpo demasiado rígido, retiro los cabellos que se encuentran encima, ahora su cuello es púrpura, posee una hendidura profunda, no respira.



En el Muelle



Mi día no ha sido nada fácil... no he tenido tiempo para descansar y mis ojos pesan como nunca. He tenido que cargar cajas de una bodega a otra sin ayuda, y a pesar de que nunca me quejo de mi trabajo hoy me siento irritado. Creo que algo me hace falta.

Acá todos en el muelle tenemos camisetas especiales que tienen marcadas cada una un numero diferente en la espalda. todos sabemos que numero es el de cada uno, y por eso no nos referimos entre nosotros por algún otro sustantivo que no sea el numero que tenemos  en la espalda. Parecemos un club de fútbol, cada uno con su numero, sin embargo en un club se conocen entre ellos mientras que acá, en el muelle nadie sabe nada de nadie. Aquí somos y valemos por lo que hacemos cada día y no importa nada más, esta es la razón por la que nos esforzamos cada día como si no existiera un mañana, ya que mañana  será igual que hoy...

Hoy, como venía diciendo, es un día distinto. Hoy todo me sabe a mierda y creo que llegó la hora de dejar el muelle. Me dirijo a mi "habitación", cojo mi maleta y salgo por el camino más cercano para así dejar el muelle. Mientras me alejo escucho un grito que dice: "¡Mucha suerte  23!". Esto que suele ser agradable, entro en mi como el hecho que reboza la copa. Ya entiendo porque estoy dejando el muelle y es que de nuevo quiero ser "alguien". Quiero tener una identidad. Y digo en voz alta: " quiero volver a ser Diego". Hacía mas de 7 años, desde el día que entre a trabajar al muelle, que no escuchaba unos labios decir mi nombre, lastimosamente esos labios que lo pronunciaron fueron  los míos.

Me dirijo a la carretera principal, la más cercana al muelle, para poder tomar un bus que me lleve al único lugar que seguro me van a recibir. Aunque no me reciban con agrado sólo a ese sitio sé llegar. Cuando llego veo todo igual, aunque más viejo, más descuidado, incompleto, y rasguñado. Todo "igual", como cuando uno tiene una foto que con el tiempo y el mal trato de los días se va tornando en otra cosa pero uno lo sigue percibiendo todo igual como el día en que se tomó.

Cuando llego a la casa, sólo se encuentra mi abuela, se levanta de su mecedora y me da un abrazo. Pronuncia mi nombre en el acto y por fin... hace tanto tiempo que mi cuerpo no se sentía caliente. Mi abuela impactada por cómo he cambiado pero alegre de volver a verme no ve la forma de atenderme con lo mejor que me podía ofrecer. Me ofrece comida (que de inmediato acepto) y se dirige a la cocina. Al poco tiempo sale con un vaso de agua y una galletas de soda y me dice que pronto la comida va a estar lista que mientras le acepte eso de comer.

Ella se sienta conmigo en la mesa y me pregunta por Carolina y lo que sé de ella. Carolina el motivo por el que decidí perder mi identidad, pero no era solo ella sino Diego el pequeño motivo que se estaba gestando que finalmente hizo que me largara.
Mientras que fuertes recuerdos pasan por mi mente me quedo callado un buen tiempo caso que mi abuela, cuando vuelvo a levantar la galleta ya no está; se ha ido a ver como va la comida. Cuando regresa le digo la razón de porqué volví a aparecer; y es que quiero volver a recobrar mi identidad...o al menos tener una. Le digo que quiero volver a ser Diego y que no existe algo mejor que escuchar mi nombre de los labios de otra persona.

Siendo así mi abuela me dice: ¿Querido Diego, tu acaso sabes a qué se debe tu nombre?... (Silencio) ... tu fuiste hijo único, pero no debía ser así; 3 años antes de que tú nacieras tu mamá estaba dando a luz  un bello bebe que tenía por nombre "Diego", sin embargo no vivió mas de lo que se demoró en ser cargado por el doctor. Esto fue devastador para tus padres y de ellos no se volvió a saber por un largo tiempo. Cuando volví a saber de ellos, porque vinieron a esta abandonada casa a visitarme, mi hija te llevaba en su estómago... la felicidad de los dos era inmensa y cuando pregunté como se iba a llamar, me respondieron: "Diego".

Esa historia nunca la había escuchado y tanto mi agua como mis galletas ya se habían acabado. Es decir, que "Diego" no sólo es mi identidad, sino que también reencarna la que fue la identidad de otra persona que pudo haber sido lo que fui yo para mis padres.

Diego, ese nombre que hace poco me hizo sentir vivo. Ese nombre de alguien que nunca conocí porque abandoné mi vida, mi novia y el que iba a ser mi hijo por temor. Ese nombre que fue de otra persona especial para mis padres. Ese nombre que no debí ser yo.

En el muelle la vida es hoy En el muelle la vida es hoy En el muelle la vida es hoy En el muelle la vida es hoy En el muelle la vida es hoy En el muelle la vida es hoy En el muelle la vida es hoy En el muelle la vida es hoy En el muelle la vida es hoy En el muelle la vida es hoy En el muelle la vida es hoy En el muelle la vida es hoy

Cuando levanto la cabeza de la caja me siento ya un poco mejor. Mis ojos ya no pesan y siento que mi irritación con el día ya pasó... además para que estresarse si todavía faltan unas horas para el medio día y quedan largas horas para que llegue la noche. Acá en el muelle la vida es segura, atemporal no necesito recordar mi pasado, ni ser nadie; En el Muelle soy lo que soy por lo que hago cada día.

En los Buses

Me gusta ir en un bus. Si tengo el tiempo, prefiero coger bus y hasta varios antes de irme en un taxi. Es genial me encanta escuchar a las personas, me gusta ver lo que les pasa. Al fin y al cabo en ese punto muchas vidas se están tocado. Lo mejor de este medio de transporte es que es un servicio para todos, es por eso que se siente en ese pequeño espacio una tensión, un calor mas allá de lo corporal que está lleno de historias, destinos, desprecio, humillaciones, victorias...

En esta semana iba en un bus que cogí desde la autopista con 127 hasta mi casa que queda por la novena. Aparte de las personas tan únicas que se iban subiendo, todos con un afán impresionante porque la hora ya decía que casi todos nos destinábamos a la casa (7 p.m.), estaba una señora que me llamó la atención hablando por celular. 

No era su celular, ni la señora, era lo que decía.

Primera llamada: Se enteró que alguna persona (juana) le había dicho algo a (jimena)... La señora se puso muy brava y empezó a hablar más duro por el celular. Ahora todo el bus podía escuchar lo que ella decía.

Segunda llamada: Esta señora llama a Juana y muy brava le dice que no tenía ninguna autoridad para contarle ninguna cosa a Jimena y que cómo se le ocurría si ella ya tenía todo planeado.

(En este momento se sintió mucha tensión en el bus, yo creo que no era el único que estaba pendiente de toda la historia, además era inevitable la señora estaba ya casi gritando!)

Tercera llamada, Luego de 10 mins de regaño a Juana: La señora llama a su hija, y le dice casi llorando: Yo no sé que hacer, porque es que estoy confundida, yo quiero que su papá, Jimena y yo hablemos los tres porque es que cada uno me dice cosas por separado. Ellos me dicen que son compañeros de trabajo pero yo ya los he visto, me lo han contado... Yo no sé que creer hija...

Ya era hora de bajarme del bus, la señora se quedó hablando por su celular, con el mismo tono alto y ahora casi llorando.

Esta es una historia pero de la vivencia de otra persona. Sin embargo de una u otra manera, ahí viví, es como cuando uno ve una película, ya la vive, ya la vio, ya la pasó. Pague un pasaje de bus para escuchar  un momento, agradáblemente (para mí) tuve la oportunidad de entretenerme con la señora. 

Esto es lo que pasa en los buses, algunos días no pasan nada, otros días en los buses se gestan historias que nos entretienen y nos sirven para alimentar nuestra imaginación.